June 18, 2015
Me duele mucho ver que nuestros hijos están bombardeados por los medios de comunicación, que presentan una idea equivocada de la sexualidad reducida solo al plano biológico e instintivo. Se les presenta como una búsqueda de placer desconectada de un compromiso personal y afectivo. En cambio, la sexualidad vivida en el matrimonio cristiano es preciosa y buena porque es reflejo de un amor inmenso y total entre los esposos, como el amor de Cristo por su Iglesia. La sexualidad es el mejor modo de comunicarnos como esposos, la forma más perfecta de decirnos: te amo. “La sexualidad es fuente de alegría y agrado” (Gaudim et Spes 49). Para conseguirlo, hay que saber integrar en la sexualidad, todos los aspectos del amor matrimonial, lo sobrenatural, instintivo, biológico, afectivo, y lo espiritual.
Tenemos el gran desafío de dar testimonio de vida a nuestros hijos desde cuando nos enamoramos hasta el final de nuestras vidas, mostrándoles que la sexualidad es un don maravilloso que Dios nos ha regalado como matrimonio, que nos ha permitido ser inmensamente felices, que nos abrió a la maravilla de ser padres y de permanecer unidos en las tormentas de la vida. En este caminar juntos en la vida cotidiana no vamos solos, contamos con la presencia de Dios.
Debemos recordar que fuimos creados por Dios distintos y complementarios para relacionarnos desde la femineidad y la masculinidad. La sexualidad está inscrita en nuestra naturaleza humana que es cuerpo y espíritu. Somos seres sexuados desde nuestro origen hasta el final de nuestros días.
La sexualidad afecta a toda la persona en las distintas maneras que tenemos de sentir, actuar, pensar y de manifestar amor. Nunca se cierra en sí misma sino que está ordenada al diálogo y a la relación interpersonal. Se manifiesta en la comunión del yo y el tú en un nosotros; como dos ríos que convergen en un mismo mar.
Hemos de preocuparnos de mantener vivo nuestro amor que crece y se nutre de la donación y entrega de uno mismo en una unión total, fecunda, realizada en el encuentro conyugal. El acto sexual revela cómo estamos como matrimonio, si nos sentimos verdaderamente amados, respetados, y apreciados. Aquí se integra todo lo que nos pasa en la vida diaria, lo que sentimos, nuestras alegrías, nuestras penas. Esta es la culminación de un verdadero encuentro donde convergen la admiración, el interés, la ternura, el deseo de hacernos mutuamente felices y de estar juntos para siempre.
Paulina Sotomayor es graduada en ciencias religiosas y actualmente da clases de teología y bioética para la Arquidiócesis de Washington, DC.
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