February 15, 2016
Muchas ciudades y pueblos de América Latina pasan los meses antes de Cuaresma afanándose con la preparación de las celebraciones de carnaval que, para observadores y participantes por igual, son un espectáculo de excesos de todo tipo. Sin embargo, la época de carnaval, en sus inicios, tenía obvios vínculos religiosos.
En la raíz latina de la palabra carnaval "carnem-levare", –abandono de la carne– está su vínculo con el calendario y las prácticas católicas. Puede haber sido solo un día antes del Miércoles de Ceniza, cuando se disfrutaba de una comida más lujosa antes de iniciar el período de ayuno y abstinencia. Es hora de recuperar y remodelar el significado del carnaval.
Para los católicos, la Cuaresma siempre ha incluido la abstinencia de carne y el ayuno los viernes. De hecho, antes del Vaticano II, la Iglesia pedía la abstinencia de carne todos los viernes del año, no porque era algo saludable como los "meatless Mondays", sino por el sacrificio que conlleva y porque nos hace conscientes de que el viernes fue el día de la Muerte de Jesús en la Cruz por nuestra Salvación.
Nuestros jóvenes católicos, y algunos no tan jóvenes, no han oído mucho sobre el valor espiritual, físico, social y ecológico de la abstinencia y el ayuno. Se podría decir que estas prácticas nos dan un cuadrangular de beneficios, y es algo que podemos promover sin timidez entre los jóvenes y nuestros coetáneos. A pesar de que no están obligados a abstenerse de carne hasta la edad de 14 años ni ayunar hasta los 18, la Ley Canónica dice claramente que el deber de practicar algún tipo de penitencia es para todos: "En la Iglesia universal, son días y tiempos penitenciales todos los viernes del año y el tiempo de Cuaresma.” Y ese deber es para todos aun aquellos que están fuera de las edades para quienes es una obligación: "Cuiden sin embargo los pastores de almas y los padres de que también se formen en un auténtico espíritu de penitencia quienes, por no haber alcanzado la edad, no están obligados al ayuno o a la abstinencia." (Código de Derecho Canónico 1250-1251)
Junto al valor espiritual de la penitencia y la abstinencia, sería fructífero para los jóvenes católicos entender la sabiduría de la práctica antigua de la Iglesia que está en línea con lo que la medicina y la nutrición modernas han descubierto más recientemente sobre los efectos del exceso de consumo de carne y azúcar, dos elementos que tradicionalmente se reducen en los menús de Cuaresma. La abstinencia tiene dimensiones sociales que nos deben conducir a dar limosna, la otra práctica cuaresmal, por el bien de los que sufren hambre y carecen de lo esencial para la vida. Aunque para los individuos sea difícil canalizar estas limosnas, hay organizaciones católicas benéficas como Catholic Relief Services (crs.org), para el extranjero y Campaña Católica para el Desarrollo Humano (usccb.org) y Caridades Católicas (catholiccharitiesusa.org) para el país, que lo han estado haciendo por nosotros durante muchos años. Es igualmente importante en este momento de la vida de nuestro planeta reducir nuestra huella de carbono y esto en parte puede lograrse si casi los mil millones de católicos que pueden ser consumidores de carne reducen su consumo (ver Laudato si '50).
Examinemos los posibles pasos que podríamos tomar para recuperar el significado de carnaval, y así honrar las prácticas del ayuno y la abstinencia que nos pide la Iglesia como muy apropiadas para al crecimiento espiritual y el cambio, y como obras de justicia.
Marina A. Herrera, Ph.D., obtuvo su diploma en Fordham University; fue profesora de eclesiología en Washington Theological Union, Empire State College y New York Theological Seminary. Escritora y conferencista sobre la historia y las prácticas religiosas de Latinoamérica en el país y en el extranjero y colaboradora con editorials para la publicación de materiales religiosas de calidad para los hispano-hablantes en Estados Unidos.