August 13, 2015
Un domingo, en medio de los preparativos para la catequesis, unos padres de familia se acercaron y compartieron conmigo lo difícil que era llevar a sus hijos a la catequesis. Preguntaron: "¿Cómo podemos animarlos?".
Cuando el doctor confirmó que esperábamos nuestro primer hijo, no solamente me instruyó acerca de cómo cuidar mi cuerpo durante el embarazo comiendo sanamente y tomando vitaminas, sino que también nos dijo que estábamos aceptando la labor más difícil que existe: criar seres humanos con buenos valores, firmes en su fe y conscientes de que fueron creados para glorificar a Dios. ¡No miento al decir que sentí ansiedad de poder llevar adelante tal misión!
No somos de ninguna manera una familia perfecta ya que entre mi esposo y yo y nuestros 3 hijos hemos vivido enojos, desacuerdos, llantos, etc. Pero nunca ha dejado de existir entre nosotros la comunicación y la oración. En una sociedad que nos incita a que vivamos para darnos todo el placer que podamos y que nada es pecado si te hace sentir bien; en un mundo en que dos personas se casan con la idea de que si la unión no funciona entonces existe el divorcio; tengo completa seguridad en que las raíces de fe y buenos valores están bien sembradas en nuestros hijos. Cuando una de nuestras hijas tenía 7 años llegó a casa muy triste pues su mejor amiga le había hablado del divorcio de sus padres. Dialogamos y oramos por su amiga. Durante la cena mi hija nos presentó un documento hecho con su puño y letra para que lo firmáramos asegurándole que jamás nos íbamos a divorciar. Aun a su tierna edad ella sabía lo que era un compromiso y nuestra firma selló en su mente el amor que existía entre sus padres.
Una universidad local hizo una encuesta y encontró que el 87% de los estudiantes prefieren vivir en unión libre y no procrear hijos. Gran parte de esta generación milenaria se crió delante de un televisor, juegos de video o pasando horas en frente de una computadora y por eso tal vez desconocen la belleza de interactuar en familia. Mis hijos no son perfectos pero respetan la dignidad de otros y desean tener hijos para darles la felicidad que ellos vivieron de niños y aunque son jóvenes adultos nos piden oración cuando tienen un dilema o necesitan tomar una decisión importante. Ser una familia con Cristo en el centro crea moralidad y conciencia. Martin Luther King Jr. una vez dijo: “La oscuridad no puede expulsar a la oscuridad: sólo la luz puede hacer eso”. Cristo es la luz que quiere brillar en nuestras familias y solamente debemos renovar nuestra alianza con Él.
Marta McGlade nació en Nueva York pero vive en el estado de Georgia con su esposo y sus hijos. Por 13 años dirigió la formación de fe para la comunidad hispana en su parroquia. Al momento se dedica a dar charlas y retiros tanto en inglés como en español.
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