Sabía que era un día especial. Su hijo y su esposa tenían cita con el ginecólogo para el examen mensual y el ultrasonido para averiguar el sexo de su bebé. David y Jessica vivían en otro estado del país. Tenían casi siete años de casados y hasta hace pocos meses habían podido concebir por primera vez. El teléfono sonó. Del otro lado se encontraba su hijo, su voz llena de gozo: ¡Mamá, ya sabemos el sexo del bebé! La madre respondió, espera, no me lo digas, voy a llamar a todos para que te escuchen. La madre llamó a su esposo y a los otros hijos. ¡Es David! ¡Vengan para que nos dé la noticia juntos! Todos llegaron y se reunieron alrededor del teléfono. La madre agregó, ¡ya estamos todos, hijo! David dijo, bueno, les quiero informar que todo va muy bien con el embarazo y… que vamos a tener… ¡un niño! La reacción no se hizo esperar, todos gritaron y aplaudieron con alegría. Hubo abrazos de felicitaciones y hasta algunas lágrimas de gozo por la noticia. No cabía ninguna duda, este bebé era ya amado y esperado con mucho gozo y anticipación.
En el relato anterior vemos la importancia de la familia como una comunidad donde se celebra la vida con un sentido de amor, pertenencia y relaciones cercanas. Cada miembro apoya, goza y celebra el bienestar de uno de ellos participando del gozo por la llegada de un nuevo ser.
Como comunidad, la familia tiene una gran misión. En la comunidad familiar realizamos nuestra dignidad y nuestros derechos en relación a otros preparándonos para la vida. En la familia aprendemos valores como la fe, el amor, el perdón, la opción por la vida, la alegría, el respeto, y muchos más. Por esta razón, nuestros hogares son sagrados. Es ahí donde celebramos y sufrimos los eventos del diario vivir.
Hay mucho bien que se puede encontrar en cada familia aun en aquellas que parecen ser disfuncionales. En particular, las familias hispanas son un poderoso testimonio de comunidad familiar donde se expresa el cuidado, el amor y la devoción familiar. Este sentido profundo de comunidad nos hace caminar juntos con amor y esperanza; compartiendo lo bueno, apoyándonos en los momentos difíciles y celebrando todas las etapas de la vida. Definitivamente, la familia es parte del plan de salvación, porque Dios nos ha creado a su imagen para que seamos partícipes de su gozo.
María G. Covarrubias es la directora de la oficina del ministerio catequético de la Diócesis de San Bernardino, California.